En un país donde la burocracia suele ser sinónimo de desgaste ciudadano, México ha decidido dar un giro: transformar la Clave Única de Registro de Población (CURP) en una herramienta de identidad digital robusta. El nuevo modelo —una CURP biométrica— no solo busca reemplazar documentos físicos, sino redefinir la forma en que las personas se relacionan con el Estado. Estamos frente a una apuesta estratégica por la eficiencia, la inclusión y la fortaleza institucional. A continuación el análisis completo de Sofia Gonzalez Torres, experta en Proceso Legislativo, Vinculación Gubernamental e Impacto Social, sobre la CURP biométrica.
De código a credencial: una nueva arquitectura de identidad
Desde su creación en 1996, la CURP ha sido la llave de entrada a trámites, servicios y programas públicos. Sin embargo, su alcance estaba limitado: eran números y letras, no una prueba de identidad. Hoy, con la Ley Nacional para Eliminar Trámites Burocráticos aprobada por el Congreso en Periodo Extraordinario, se establece el marco legal para dar un paso mayor. Ahora, la CURP tendrá carácter oficial como documento de identificación —equiparable a una credencial del INE— al incorporar datos biométricos como huellas dactilares, reconocimiento facial y escaneo del iris.
Este cambio se articula con la creación de la Llave MX, un expediente digital ciudadano que contendrá información personal, acceso a trámites y servicios públicos, y servirá como puente entre la CURP biométrica y las plataformas digitales del Estado. En conjunto, ambas herramientas buscan digitalizar al menos el 80% de los trámites gubernamentales y reducir a la mitad los requisitos actuales, eliminando intermediarios y con ello, espacios de corrupción.
La digitalización de la identidad no sólo tiene sentido administrativo; también lo tiene social. La CURP biométrica puede convertirse en un instrumento eficaz para facilitar el acceso a derechos —desde servicios de salud y educación hasta seguridad social— y mejorar la trazabilidad de personas desaparecidas, una prioridad urgente en México.
Además, al fortalecer la autenticidad de la identidad, se reduce el margen para el fraude, uno de los fenómenos cada vez más frecuentes en el entorno digital.
Lo digital, si no es universal, no es justo
Sin embargo, ningún sistema, por avanzado que sea, puede darse por exitoso si deja a alguien fuera. La inclusión debe ser el principio rector. En un país donde más del 25% de la población tiene acceso limitado a internet o habilidades digitales, garantizar la universalidad del nuevo sistema es imperativo. Esto implica establecer rutas alternativas para poblaciones con dificultades para capturar biométricos (como personas mayores o con discapacidad), asegurar el acceso físico en zonas rurales, y desarrollar mecanismos sencillos de atención, excepción y acompañamiento.
La transición debe ser gradual, acompañada de una fuerte inversión en capacitación institucional, alfabetización digital y comunicación ciudadana. Se requiere explicar con claridad cómo funcionará el sistema, qué datos serán recabados, para qué se usarán, cómo se protegerán y qué derechos tiene la ciudadanía frente a ellos.
Riesgos reales, respuestas institucionales
La protección de datos biométricos no puede tomarse a la ligera. A diferencia de una contraseña, la biometría no se puede cambiar. Por ello, la seguridad del sistema debe estar a la altura de su sensibilidad. México necesita fortalecer su infraestructura de ciberseguridad, establecer protocolos claros de manejo de datos, elevar los estándares tecnológicos y garantizar vigilancia civil sobre el cumplimiento de estos principios.
Además, la interoperabilidad entre sistemas —federales, estatales y municipales— representa un reto técnico relevante. Será necesario invertir en modernización de plataformas, garantizar estándares comunes y asegurar que las distintas dependencias puedan comunicarse entre sí sin vulnerar la privacidad de las personas usuarias.
La CURP biométrica representa una oportunidad para construir un gobierno más eficiente y cercano a la gente, pero también plantea retos éticos y técnicos que deben atenderse desde el primer día.
La transformación digital del país no puede ser solo una meta de gobierno; debe ser un proyecto de Estado. La identidad digital es un derecho en construcción: hagámosla segura, incluyente y útil para todas y todos. Esa es la clave de la clave.