Una Unidad de Asesinato que Mantuvía Segura a un Estado Mexicano – Hasta que No lo Hizo

Villahermosa, Tabasco – En diciembre de 2023, las calles de Villahermosa, la capital del estado de Tabasco, estallaron en el caos. Tiroteos a plena luz del día transformaron la ciudad en un escenario de guerra, mientras grupos armados tomaban el control de barrios enteros. Una ciudad que, hasta hace poco, era reconocida por su descenso en las tasas de criminalidad, de repente se parecía a una zona de conflicto.

Los locales bautizaron el primer enfrentamiento como “El Villahermosazo”, un eco sombrío de los conflictos entre cárteles en lugares como Culiacán o Reynosa. Lo que colapsó en Tabasco no fue solo una estrategia de seguridad. Fue un acuerdo frágil, una combinación de protección política, disciplina criminal y un interés compartido – un pacto informal que emerge en lugares donde el Estado es lo suficientemente fuerte para negociar con la delincuencia, pero no lo suficiente para expulsarla.

El Ascenso y la Caída de la Unidad

La historia de esta unidad, conocida internamente como “El Escuadrón”, comenzó a raíz de una ola de asesinatos y robos a mano armada que aterrorizaba a la población de Villahermosa. La policía, tradicionalmente ineficaz, no lograba controlar la situación. La administración estatal, buscando soluciones rápidas, recurrió a grupos armados locales, previamente involucrados en actividades ilícitas, para restablecer el orden. Inicialmente, la estrategia fue exitosa. Los “Escuadristas,” como se les conocía, se convirtieron en una fuerza de seguridad visible, patrullando las calles y enfrentando directamente a los delincuentes. La narrativa que se construyó fue de un Estado que respondía a la amenaza, utilizando todos los medios necesarios para proteger a sus ciudadanos.

Sin embargo, con el tiempo, la dinámica cambió. La independencia de “El Escuadrón” del control de la ley se intensificó. Se acusaron a los miembros del grupo de cometer abusos, incluyendo ejecuciones extrajudiciales y extorsiones. La corrupción también se convirtió en un problema, con acusaciones de que los miembros del grupo se beneficiaban del control que tenían sobre el territorio. La línea entre la aplicación de la ley y la violencia descontrolada se volvió cada vez más borrosa.

El Colapso y las Consecuencias

La crisis llegó a su punto álgido cuando la propia Unidad “El Escuadrón” se involucró en un tiroteo con un grupo rival. La investigación posterior reveló que los miembros del grupo estaban implicados en la operación, alimentando aún más las acusaciones de corrupción y abuso de poder. El gobierno estatal, que había apoyado inicialmente a la unidad, se vio obligado a disolverla. Sin embargo, la disolución no resolvió los problemas subyacentes, y la inestabilidad persistió.

La caída de “El Escuadrón” expuso una verdad incómoda: la solución a los problemas de seguridad de Tabasco no era simplemente la fuerza bruta, sino una falla fundamental en la propia estructura del Estado. La historia de Villahermosa se convirtió en un ejemplo trágico de cómo una política de “tolerancia” hacia el crimen puede conducir al caos y la anarquía. Y también, de cómo el Estado, al intentar llenar el vacío de poder, puede convertirse en parte del problema.

Implicaciones para el Futuro

El caso de Villahermosa plantea preguntas cruciales sobre el papel del Estado en la lucha contra el crimen en México. ¿Cómo se puede abordar la delincuencia sin recurrir a soluciones a corto plazo que, a menudo, generan consecuencias impredecibles? ¿Cómo se puede construir una fuerza de seguridad efectiva y responsable que no esté imbuida de corrupción y abuso de poder? La respuesta, probablemente, reside en una combinación de reforma policial, fortalecimiento de las instituciones estatales y un compromiso genuino con el desarrollo social y económico, abordando las causas profundas de la delincuencia.

Fuente: https://www.mexicodecoded.com/p/a-death-squad-that-kept-a-mexican