México’s security policy es a menudo reducida a una única historia de fracaso: un estado que, durante décadas, ha sido incapaz de controlar el crimen organizado. Esa narración simplista ignora la verdadera complejidad de la situación, una lucha que se ha extendido por más de dos décadas y que ha involucrado una miríada de estrategias, fallas y, hasta ahora, resultados mixtos.
La guerra contra los cárteles de la droga, que comenzó en los años 90 con el ascenso de grupos como el Cártel de Guadalajara y el Cártel del Golfo, ha sido un mosaico de respuestas gubernamentales, cada una con sus propias limitaciones y consecuencias no deseadas. Inicialmente, la estrategia se basó en la persecución de líderes individuales, buscando debilitar la estructura del poder criminal desde dentro. Esta táctica, aunque inicialmente exitosa en algunos casos, rápidamente resultó ineficaz, ya que la organización criminal siempre encontraba nuevas figuras para ocupar el lugar de los eliminados y sus estructuras se volvieron más resistentes.
A medida que la violencia escalaba, el gobierno mexicano experimentó con una variedad de enfoques, desde el fortalecimiento de las fuerzas policiales y militares hasta la implementación de políticas de “tolerancia cero” que, paradójicamente, a menudo exacerbaban la violencia y las disputas territoriales. El famoso “predoctorinazgo” de las fuerzas armadas, que comenzó en 2006, marcó un punto de inflexión, llevando a las tropas a participar directamente en la lucha contra el crimen, pero también generando preocupaciones sobre el respeto a los derechos humanos y el establecimiento de una militarización del estado.
La respuesta federal, impulsada por administraciones sucesivas, ha sido caracterizada por un cambio constante de estrategias, a menudo sin una visión a largo plazo ni un entendimiento profundo de las raíces del problema. Se ha intentado, con poca fortuna, abordar el problema directamente a través de la desarticulación de plazas de producción y distribución de drogas, pero la oferta y la demanda a nivel global, junto con el desvío de rutas y productos, ha hecho de esto un juego de ajedrez sin fin.
Más recientemente, se han introducido medidas como el Acuerdo de Seguridad con Estados Unidos, buscando apoyo logístico y de inteligencia, pero también generando controversia por la militarización de la frontera y las acusaciones de que este acuerdo no aborda las causas fundamentales del problema. La discusión sobre el problema del crimen organizado se ha centrado en la necesidad de abordar la corrupción sistémica, la desigualdad económica, la falta de oportunidades en las regiones marginadas y la debilidad de las instituciones.
La lucha contra los cárteles de la droga en México no es simplemente una batalla militar. Es un reflejo de problemas sociales, económicos y políticos profundos que requieren una solución integral y a largo plazo. La narrativa de fracaso, aunque válida en muchos aspectos, no cuenta la historia completa de una lucha compleja y multifacética que continúa definiendo el futuro de México.
Fuente: https://www.mexicodecoded.com/p/mexico-has-tried-everything-to-stop

