La reciente postergación de un incremento arancelario planeado entre Estados Unidos y México, previsto para el 1 de noviembre, revela una realidad que Washington parece estar reconociendo: el comercio internacional ya no se define por confrontaciones nacionales, sino por la formación de bloques comerciales, y dentro de este bloque norteamericano, México se ha convertido en un socio estratégico fundamental.
En el panorama económico global actual, tres bloques principales dominan la escena: Norteamérica, la Unión Europea y RCEP –el pacto que une a China con países de Asia Oriental y Sureste. Norteamérica, aunque influyente, es el bloque más pequeño, con un volumen de exportaciones de aproximadamente $3 billones anuales, donde casi la mitad del comercio permanece dentro de la región. La Unión Europea es mayor, pero también la más orientada hacia adentro, con un 59% de sus exportaciones concentradas en el mercado europeo. RCEP, por el contrario, es el bloque más grande y con una orientación hacia el exterior, con envíos superiores a $7 billones anuales, con solo un 37% de su comercio interno.
En este contexto global, la influencia de Norteamérica está limitada. Por ello, parece que Washington está comprendiendo que, si Estados Unidos desea competir con RCEP y China, debe aceptar a México como un socio estratégico. Esto se debe a que Estados Unidos y México no son dos países independientes en el comercio internacional, sino dos miembros de un bloque altamente integrado, donde las cadenas de suministro frecuentemente cruzan la frontera.
Para ilustrar este punto, consideremos el caso de los refrigeradores. Este producto implica una cadena de valor con múltiples entradas, como placas de control eléctrico, protectores de interruptores y conductores aislados, entre otras muchas. Estas entradas son esperadas para cruzar la frontera entre Estados Unidos y México en repetidas ocasiones. Según datos recientes publicados en “Border Value,” basado en flujos comerciales de 2024, la fabricación de refrigeradores implica 16 cruces fronterizos. Esto significa que los aranceles sobre los productos que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México no impactarían al refrigerador una sola vez, sino que se enfrentarían a ellos en múltiples ocasiones, ya que cada entrada que cruza la frontera estaría sujeta a ellos.
El caso de los aires acondicionados requiere 11 cruces fronterizos, mientras que la fabricación de automóviles exige aún más. Estos datos, lejos de ser opiniones, son hechos que ilustran el alto grado de integración de la economía norteamericana. La capacidad de Norteamérica para competir con RCEP depende de mantener un equipo cohesionado. Si estos efectos se subestiman, corremos el riesgo de interrumpir las cadenas de suministro que son esenciales para la competitividad de las economías estadounidense y mexicana.
Los datos son claros: los aranceles dentro de Norteamérica, en el mejor de los casos, son “fuego amigo.” Si Estados Unidos y México desean seguir siendo competitivos, deben recordar que están jugando en el mismo equipo.
*César A. Hidalgo es Profesor en la Escuela de Economía de Toulouse, donde dirige el Centro para el Aprendizaje Colectivo. Su investigación explora cómo el conocimiento y la información dan forma a los sistemas económicos y sociales. Es el fundador de Datawheel, creador de plataformas como el Observatory of Economic Complexity, Data USA, Data México y Border Value. Hidalgo es también el autor de *Why Information Grows* y *The Infinite Alphabet*.*
Fuente: https://www.mexicodecoded.com/p/why-washington-needs-mexico-to-compete

