Ciudad de México, 18 de diciembre de 2025 – La política de seguridad de México se presenta con frecuencia como una narrativa de fracaso, centrada en la incapacidad del Estado para controlar la delincuencia organizada. Sin embargo, un análisis más profundo revela una saga de cuatro décadas de esfuerzos, estrategias cambiantes y resultados inconsistentes, marcados por una guerra de desgaste contra los cárteles.
El conflicto, que comenzó a principios de la década de 1990 con el auge del Cártel de Guadalajara, ha evolucionado en un conflicto sin fin, caracterizado por agresiones, contrarrestaciones y constantes cambios de tácticas por parte de ambos bandos. El Gobierno mexicano ha probado una miríada de estrategias, desde operaciones militares masivas hasta reformas legales complejas, sin lograr erradicar por completo la amenaza.
Inicialmente, la respuesta del gobierno, bajo la administración de Carlos Salinas de Gortari, se centró en el uso intensivo de la fuerza militar, culminando en la “Operación Fallido” en 1995. Esta operación, lanzada contra el Cártel de Guadalajara, se considera un punto de inflexión en la guerra contra las drogas, demostrando la capacidad militar mexicana para enfrentar el crimen organizado.
Sin embargo, el éxito fue temporal. Los cárteles, con una estructura adaptable y profundamente arraigada en la sociedad, demostraron una notable capacidad de resiliencia. La administración de Vicente Fox, a principios de la década de 2000, se enfocó en la cooperación internacional y el fortalecimiento de las instituciones policiales, pero los resultados fueron limitados.
El gobierno de Felipe Calderón, en su ascenso al poder en 2006, adoptó una estrategia más agresiva, declarando el narcotráfico como una guerra y desplegando fuerzas armadas en todo el país. Esta política, aunque intensificada, produjo una escalada en la violencia y un aumento en las bajas, generando un debate intenso sobre su efectividad.
La administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018) continuó con esta línea de confrontación directa, implementando la “Reforma Integral de Seguridad”, que incluía el despliegue de milicianos y la concentración de recursos en combate. A pesar de la inversión en inteligencia y el esfuerzo por debilitar las redes de los cárteles, la violencia siguió siendo un problema persistente.
En los últimos años, bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se ha priorizado el enfoque en la prevención del delito, la atención social y la reconstrucción de instituciones civiles, reduciendo la presencia militar en las calles. Sin embargo, la violencia de los cárteles persiste, aunque con una táctica más enfocada en el control territorial y el robo de combustible.
El conflicto entre el Estado mexicano y los cárteles se ha convertido, por tanto, en una guerra de desgaste, caracterizada por una complejidad intrínseca y resultados que, hasta la fecha, parecen no lograr una solución definitiva. La necesidad de un abordaje integral que considere factores sociales, económicos y políticos para abordar las causas fundamentales del crimen sigue siendo un desafío central para México.
Fuente: https://www.mexicodecoded.com/p/mexico-has-tried-everything-to-stop

